jueves, 2 de julio de 2020

Prologo

Tengo una pregunta.

Año 2.500 
En el silencioso espacio solo se escuchaba el sonido de los pasos de un niño correteando por la enorme casa vacía, el niño sabía a donde iba estaba preparado porque solo necesitaba una cosa, su casco. Aun así también estaba avisado de no ir al corazón de la casa, la sala de control le estaba irrevocablemente prohibida, pero era el único lugar donde podía encontrar respuestas y solo una máquina podía dárselas. Euripidea, la robot mayordomo de la casa y la que controlaba el corazón de la casa.
Su padre era un gran científico de su época y por ello su casa era el sueño de cualquiera, lo tenía todo, pero como era como era también era una fortaleza, un lugar donde podía ocultar sus secretos y productos de intentos de plagio y robo empresarial; también era el lugar más seguro para educar y criar a su hijo. Así que el niño pasaba más tiempo hablando solo que con su padre que apenas pasaba tiempo en casa, pero eso a el no le importaba porque lo que tenía eran muchas preguntas, preguntas que le podía plantear a un robot y que podía darle respuestas más veraces y probadas mediante cálculos; no había máquina o robot más inteligente que Euripidea y no dejaba escapar la oportunidad para establecer debates con ella o hacerle cada pregunta a la que no le encontraba el sentido, que eran muchas.
Y para lograr sus respuestas tendía a buscarla al sitio prohibido pero donde ella se encontraba realmente. Corría por los pasillos esquivando a las otras máquinas hasta que llegó a la puerta de la sala de control, en la casa los que le ensañaban y rodeaban eran esos robots hechos por su padre, pero era un hecho que el joven prefería de entre todos a Euripidea, por su gran base de datos, control completo de la casa y el poder racionar, que aunque no tuviera pensamiento propio podía por ciertos medios forjarse una idea, no una opinión pero si una idea y eso era lo más cercano que se había llegado al pensamiento humano realizado por un robot. Euripidea, era un avance y un gran apoyo para el chico en esa gran casa vacía.
- ¡Hey! Euripidea, ya he llegado- dijo el niño sentándose en el suelo- Y tengo mi duda del día.
- Lo sé- dijo la voz de la robot- Hoy también le escucharé.
Nunca fallaba, siempre encontraban el tiempo para esos debates y siempre los disfrutaban. 

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